Autor: Germán Rozas Ossandón
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Una de las constataciones más significativas sobre la realidad actual es el reconocimiento de la diversidad social y cultural en América Latina. Fruto de reivindicaciones sociales de los discriminados principalmente junto a una acogida de parte de los organismos internacionales que han expresado a través de declaraciones y convenciones una línea de trabajo que es la aceptación y el reconocimiento de esta diversidad.
Ahora esta diversidad es un paso adelante respecto de la habitual política de homogeneización de los Estados nacionales. Su aceptación implica comprender que las comunidades y las culturas tienen pretensiones distintas sobre su desarrollo que la sociedad mayor dominante. Y ello requiere cambios en la sociedad, es decir, no sólo se trataría de aceptar las diferencias y punto, sino que exige cambios en el modo de funcionamiento de la sociedad.
Por ejemplo, ello puede requerir autonomía, autogobierno, para aquellas comunidades que lo soliciten. Y eso puede implicar otro tipo de educación, otra forma de producción, otro tipo de salud, otra forma de justicia, otro tipo de estilo de vida, etc.
No obstante, frente a la profundidad de estos cambios, las elite opuestas a la diversidad, pero consciente de la necesidad de hacer algo, han propuesto el camino de la multiculturalidad. Dicha alternativa, tiene interesantes fundamentos, no es un planteamiento frágil. No obstante, en el fondo su lógica, sólo nos lleva a reconocer la diversidad, para poder manejarla, controlarla mantenerlas dentro del estatus quo, y finalmente, sacar provecho de la misma desde el mercado de consumo.
El camino de la interculturalidad, está mostrando muchas más posibilidades, fuera de una mayor riqueza conceptual y teórica, esta nos empieza a hablar de una nueva epistemología y principalmente de poner en ejercicio otras concepciones de mundo, que francamente no se condicen con las miradas occidentales y nos abren las puertas hacía un nuevo tipo de sociedad.
Latinoamérica es un territorio que dispone de muchas posibilidades en esa dirección, especialmente dado su alto componente indígena, el cual muchas veces milenario, dispone en su acervo cultural, de lecturas del mundo, diferentes y novedosas. Todas ellas de acuerdo a las necesidades más directas, concretas, más locales, etc., de modo que interpretan de mejor manera las necesidades y las orientaciones como proyecto de sociedad.
Esperamos que con este artículo estos temas que son de la máxima importancia se continúe trabajando, investigando con mayor profundidad, de manera de conocer mejor nuestros recursos culturales y con ello proponer proyectos alternativos sobre estilos de vida, que en su conjunto impliquen un cambio en las sociedades actuales.
Germán Rozas Ossandón